
En la última década, los mercados privados se han convertido en una parte muy relevante de los mercados de capitales, no solo como proveedores de capital cuando la financiación pública y gubernamental no es suficiente, sino también como herramienta para que los inversores institucionales diversifiquen sus carteras, ya que ofrecen cierta protección contra la volatilidad de los mercados mundiales y los picos de inflación, y son una fuente de financiación cuando las vías bancarias tradicionales no están disponibles.
Desde la crisis financiera mundial de 2007-2008, los mercados privados –en los que incluimos el capital riesgo, la deuda privada, el sector inmobiliario privado y las infraestructuras privadas– han demostrado ser especialmente resistentes, disfrutando de fuertes vientos de cola, como los bajos tipos de interés, la elevada disponibilidad de crédito y el aumento constante y saludable de las valoraciones. Aunque ahora se enfrentan a tiempos más difíciles, sobre todo en la captación de fondos y la revalorización, han superado continuamente a sus homólogos del mercado público en las últimas dos décadas.
Por ello, su atractivo ha captado la atención tanto de los inversores institucionales (fondos de pensiones, compañías de seguros y family offices) como de los clientes particulares. Esto no debería sorprender, ya que, al fin y al cabo, ¿no persiguen todos los inversores los mismos beneficios: perfiles atractivos de riesgo/rentabilidad, diversificación, baja correlación con los mercados públicos y acceso a estrategias y mercados antes inaccesibles?
Aunque las estrategias de los mercados privados siguen estando dominadas por el dinero institucional, afortunadamente se están volviendo mucho más accesibles para todos. Las formas de acceder a los mercados privados a través de vehículos de inversión colectiva son múltiples, pero, en este caso, vamos a considerar dos en particular. Una opción es invertir a través de un fondo de fondos. Esta estrategia resulta atractiva por sus menores requisitos de aprovisionamiento, su asociación con gestores establecidos (conocidos como socios generales) y su alto nivel de diversificación con un riesgo relativamente mitigado. La otra opción, que está ganando cada vez más adeptos entre los inversores, son las coinversiones: a través de ellas, los inversores se benefician de la experiencia del socio general como gestor, de su capacidad de búsqueda de financiación y de sus redes para encontrar oportunidades de inversión, junto con un ahorro de comisiones, mejores condiciones y un mayor potencial de rentabilidad, aunque la mayor exposición a una única transacción aumenta el riesgo.
A pesar de que todas las estrategias presentan ventajas evidentes, las infraestructuras privadas han tenido una clara ventaja en los últimos años. En Suiza, el interés de los inversores se vio impulsado aún más por las enmiendas a la ordenanza suiza sobre planes de pensiones de empleo (BVV2), que permiten una asignación de hasta el 10% en esta clase de activos, al margen de las inversiones alternativas. Las inversiones europeas en infraestructuras privadas ascendieron a 32.300 millones de dólares en el segundo trimestre de 2023, según Preqin, y gran parte de ellas se destinaron a infraestructuras de transición energética. A finales de septiembre de 2022, los activos gestionados en inversiones en infraestructuras no cotizadas ascendían a 454.500 millones de dólares, de los cuales 321.300 millones se destinaban a la energía.
Los recientes acontecimientos geopolíticos en Europa han acelerado aún más el impulso para lograr la independencia energética mediante el desarrollo de energías renovables. Las infraestructuras como un activo de inversión también han demostrado su resistencia durante varias recesiones económicas, incluida la pandemia y la alta inflación subsiguiente. Hasta ahora, los resultados financieros y las valoraciones de las infraestructuras se han mantenido sólidos. La transformación de determinados sectores exigirá invertir en nuevos activos de infraestructuras o adaptar los existentes: capacidad de energías renovables, almacenamiento de energía más inteligente, redes, tratamiento de aguas y residuos, instalaciones de reciclaje, descarbonización de las cadenas logísticas y el transporte, y expansión de la transmisión, el almacenamiento y el uso de datos.
Estos desarrollos prometen la próxima generación de infraestructuras sin afectar a las características clave de esta clase de activos: protección contra las caídas, flujos de caja visibles o recurrentes, altas barreras de entrada, baja volatilidad, mitigación de la inflación y sólidos marcos regulatorios. No es de extrañar, pues, que los inversores institucionales busquen cada vez más infraestructuras privadas dada la sólida trayectoria de este segmento y la gran oportunidad de invertir en mercados en los que la financiación pública y empresarial será insuficiente.
Christophe Gantenbein es ‘Global head private markets institutional solutions’ de Union Bancaire Privée (UBP)
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